La Incertidumbre es el Nuevo Arancel
México pierde 40% de IED con aranceles de 4.7% vs China con 40.4%. Análisis de cómo la volatilidad política destruye inversión. Datos 2023-2025.

La economía mundial enfrenta una encrucijada histórica. No se trata de una crisis financiera súbita ni de una pandemia inesperada, sino de algo más insidioso y potencialmente más devastador: la desintegración deliberada del orden económico global a través de políticas divergentes que están fragmentando el comercio, la inversión y la cooperación internacional.
Los números son contundentes y alarmantes. El comercio mundial de mercancías, ese motor tradicional del crecimiento que ha sacado a millones de la pobreza, se contraerá un 0.2% en 2025. No es un desacierto menor: representa un giro dramático de casi 3 puntos porcentuales respecto a las proyecciones de expansión del 2.7% realizadas apenas a principios de año. El crecimiento del PIB global, estimado en apenas 2.2% para este año, carga con una penalización de 0.6 puntos porcentuales directamente atribuible a los nuevos aranceles y la incertidumbre comercial.
Pero estas cifras, por preocupantes que sean, apenas rascan la superficie del verdadero peligro. Detrás de cada décima de crecimiento perdido hay inversiones canceladas, empleos no creados, y familias cuyo futuro se vuelve más incierto.
El Veneno de la Incertidumbre
Lo que realmente paraliza a la economía global no son solo los aranceles en sí mismos, sino la incertidumbre radical que generan. Considérese esta estadística reveladora: la tasa arancelaria efectiva de Estados Unidos sobre productos mexicanos es del 4.7%, significativamente menor que el promedio mundial de 9.7% y casi nueve veces inferior al 40.4% que enfrenta China. Sin embargo, a pesar de esta relativa protección, la inversión extranjera directa estadounidense en México se desplomó 40% en el primer trimestre de 2025 comparado con el mismo período de 2023.
El mensaje es inequívoco: no es el nivel del arancel lo que destruye la inversión; es la incertidumbre sobre cuál será mañana.
Cuando las reglas del juego cambian cada semana, cuando los aranceles se suspenden, se reimplementan y se negocian en tiempo real a través de redes sociales, las empresas simplemente no pueden planificar. La inversión se congela. Las contrataciones se posponen. Los planes de expansión se archivan. En México, la inversión fija bruta registró una contracción acumulada del 6.2% en los primeros cinco meses de 2025, con mayo marcando una caída de 6.7% anual.
Esta es precisamente la diferencia entre una política comercial firme pero predecible, y el caos estratégico actual. Las empresas pueden ajustarse a aranceles del 10% si saben que estarán vigentes durante cinco años. No pueden operar cuando ese arancel puede ser del 0%, del 25% o del 100% dependiendo del capricho político del momento.
Si los aranceles "recíprocos" estadounidenses actualmente suspendidos se implementaran, el volumen del comercio mundial se contraería 1.5% en lugar de 0.2%. Si la incertidumbre se propagara globalmente como lo sugieren algunos escenarios, podríamos ver reducciones adicionales de hasta 0.8 puntos porcentuales. En el peor escenario —una guerra comercial plena con aranceles del 100% entre bloques geoeconómicos rivales— el PIB real mundial podría contraerse casi un 7% para 2040. No estamos hablando de una recesión temporal, sino de la destrucción permanente de riqueza y oportunidades para toda una generación.
La Paradoja del Nearshoring: Cuando las Oportunidades se Congelan
México ofrece el caso de estudio más revelador sobre el costo real de la incertidumbre. El país debería estar en pleno auge. Entre enero de 2023 y mayo de 2025, las empresas anunciaron 412 proyectos de inversión con un valor combinado de $103,161 millones de dólares. Los analistas estiman que México tiene un potencial de ganancias de $35 mil millones adicionales —equivalente al 2.6% de su PIB— derivado de nuevas exportaciones generadas por el nearshoring. En abril de 2025, México mantuvo su posición como el principal socio comercial de Estados Unidos, generando el 15% del comercio total estadounidense.
Sin embargo, existe un universo paralelo: el de los datos duros. Mientras los comunicados de prensa celebraban inversiones multimillonarias, la realidad contaba otra historia:
- La inversión fija bruta se contrajo 6.2% en términos anuales
- La IED estadounidense cayó 40% en el primer trimestre
- El PIB mexicano se encuentra en zona de contracción (-0.4%) o estancamiento (+0.2% según el Banco Mundial) para 2025
- Las estimaciones oficiales del gobierno tuvieron que revisarse a la baja, de un rango de 2.0-3.0% a apenas 1.5-2.3%
Esta brecha entre intención y ejecución, entre PowerPoint corporativo y realidad económica, define nuestra era. No es que las oportunidades no existan; es que la incertidumbre las congela antes de materializarse. Los anuncios de inversión son opciones que las empresas mantienen abiertas, pero que se rehúsan a ejercer mientras no sepan si el marco regulatorio de hoy seguirá vigente mañana.
La paradoja es cruel: el país mejor posicionado para beneficiarse de la reconfiguración de cadenas globales de suministro está viendo esas oportunidades evaporarse precisamente por la incertidumbre que genera esa misma reconfiguración.
La Trampa Fiscal: Números que No Mienten
Mientras el comercio se fragmenta y la inversión se paraliza, la política fiscal profundiza las divisiones y constriñe aún más las opciones de respuesta.
Europa: El Ajuste Inevitable
Europa, atrapada por años de déficits y presionada por mercados de deuda nerviosos, implementa el ajuste fiscal más severo desde 2012: casi un 1% del PIB en 2025 para las tres economías más grandes de la Eurozona. La reducción acumulada del déficit —alrededor de 3.5 puntos porcentuales del PIB en los próximos cuatro años— tendrá un efecto negativo directo en la demanda agregada. Es la decisión fiscalmente "responsable", pero económicamente dolorosa. Justo cuando la economía europea necesita estímulo para compensar el golpe comercial, los gobiernos retiran apoyo.
México: La Aritmética Despiadada
México enfrenta un dilema cuantificado en números brutales. El país cerró 2024 con una deuda pública (medida como Saldo Histórico de Requerimientos Financieros del Sector Público, SHRFSP) del 51.4% del PIB. Para 2025, esta cifra aumentará al 52.3%, y se mantendrá en ese nivel en 2026.
Pero el problema no es solo el stock de deuda, sino su costo creciente:
Los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP) alcanzarán el 4.3% del PIB en 2025, bajando marginalmente a 4.1% en 2026 tras un pico de 5.7% en 2024
El costo financiero de la deuda aumentó 10.8% en términos reales en el primer semestre de 2025 comparado con el mismo período de 2024
El gobierno mexicano renuncia voluntariamente al equivalente del 4.4% del PIB en ingresos tributarios ($1.58 billones de pesos en 2025) a través de tratamientos fiscales preferenciales
La aritmética es despiadada: México necesita financiar el 4.3% de su PIB, pero simultáneamente renuncia al 4.4% en ingresos potenciales, mientras el costo de servir su deuda aumenta por encima de la inflación. Con su PIB contrayéndose 0.4% y presiones estructurales de gasto que incluyen:
- El rescate continuo de Pemex
- La expansión de programas sociales
- Compromisos pensionarios crecientes
- Costos financieros que aumentan 10.8% real
El "espacio prácticamente nulo" para políticas contracíclicas que mencionan las autoridades no es retórica; es una descripción literal de la camisa de fuerza fiscal en la que el país se encuentra.
El Banco de México, consciente de esta realidad, consideró explícitamente "el posible impacto de los cambios en las políticas comerciales a nivel global" cuando decidió reducir la tasa de interés de referencia a 7.75% en agosto de 2025. Sin embargo, con la inflación general en 3.9% —casi dos puntos porcentuales por encima del objetivo— y la inflación subyacente estadounidense en 2.8%, el margen para estímulo monetario también es limitado.
El diagnóstico de las instituciones internacionales es unánime: México necesitará una reforma fiscal estructural para aumentar ingresos tributarios a mediano plazo. Pero, ¿en qué momento político se puede implementar una reforma fiscal impopular? ¿Cómo se convence a una población de pagar más impuestos cuando la economía se contrae, la incertidumbre comercial con Estados Unidos amenaza empleos, y la inversión se desploma?
Estados Unidos y China: La Divergencia Amplificada
En contraste, Estados Unidos mantiene opciones. Escenarios alternativos sugieren que la renovación de la Ley de Recortes de Impuestos y Empleos (TCJA) podría proporcionar estímulo adicional a la economía estadounidense, aunque a costa de mayores déficits. China, con una deuda pública superior al 100% del PIB, enfrenta limitaciones similares a las de México pero con mayor capacidad técnica para implementar políticas de estímulo dirigidas.
Esta divergencia en capacidades y políticas fiscales entre economías avanzadas y emergentes amplifica las tensiones y crea presiones adicionales sobre tipos de cambio y flujos de capital. El peso mexicano, que se depreció desde 18.7 pesos por dólar en agosto de 2025 tras alcanzar 20.6 en enero, refleja precisamente esta dinámica: oscila no por fundamentals claros, sino por cambios en percepciones de riesgo vinculadas a la incertidumbre política.
La Ironía del Desacoplamiento
Hay una ironía cruel en todo esto. Durante décadas, la globalización fue criticada por crear interdependencia excesiva, por hacer que las economías fueran "demasiado" vulnerables a shocks externos. Ahora, en nombre de la "soberanía económica" y la "seguridad nacional", estamos desmantelando esa interdependencia.
¿El resultado? No mayor resiliencia, sino mayor fragilidad. Cadenas de suministro más costosas e ineficientes. Duplicación de capacidades productivas que eleva precios para todos. Pérdida de economías de escala que beneficiaban tanto a productores como a consumidores. Y, sobre todo, un clima de desconfianza que erosiona la base misma de la cooperación internacional.
América del Norte, que debería ser un bloque económico integrado y dinámico, restará 1.7 puntos porcentuales al crecimiento del comercio mundial en 2025. Déjese que esta frase se asiente: la región más rica del planeta, que alberga el tratado comercial más avanzado de América (T-MEC), será un lastre neto para el crecimiento global. Mientras tanto, Asia y Europa seguirán contribuyendo positivamente, aunque en menor medida que en escenarios de referencia.
El Fondo Monetario Internacional estima que las pérdidas potenciales de la producción mundial debido a la fragmentación comercial oscilan entre el 0.2% y el 7% del PIB. Esta horquilla extremadamente amplia no refleja imprecisión metodológica, sino incertidumbre radical sobre qué tan profunda será la fractura.
El Camino que No Estamos Tomando
Los datos revelan una realidad incómoda: tenemos tanto el diagnóstico como la prescripción, pero carecemos de la voluntad política para actuar.
Lo que sabemos que funciona:
Reducir la incertidumbre en política comercial mediante marcos predecibles de largo plazo
Establecer trayectorias fiscales creíbles hacia la sostenibilidad de la deuda
Coordinar políticas entre las principales economías para evitar efectos spillover negativos
Mantener instituciones multilaterales fuertes que faciliten resolución de disputas
Lo que estamos haciendo en su lugar:
Políticas comerciales volátiles diseñadas para ciclos electorales de 18 meses, no para ciclos económicos de 18 años
Ajustes fiscales impuestos por mercados nerviosos, no planificados por visión gubernamental
Fragmentación que amplifica shocks en lugar de amortiguarlos
Erosión de instituciones globales precisamente cuando más las necesitamos
Considérese la divergencia en las proyecciones para México: las estimaciones van desde una contracción de -0.4% hasta un crecimiento de +1.5-2.3%, con el Banco Mundial en apenas +0.2%. Esta dispersión de 2.7 puntos porcentuales entre pronósticos profesionales no refleja incompetencia de los analistas; refleja que nadie —ni gobiernos, ni empresas, ni instituciones internacionales— puede predecir el entorno de política en el que operarán.
Cuando el Fondo Monetario Internacional ajusta al alza su proyección de crecimiento global a 3.0% para 2025 (0.2 puntos porcentuales más que su estimación de abril) pero la OMC proyecta apenas 2.2% con los tipos de cambio del mercado, y ambas instituciones advierten que sus rangos de error son inusualmente amplios, el mensaje es claro: hemos entrado en un régimen de incertidumbre radical.
Una Advertencia Final
Los optimistas dirán que siempre hemos navegado crisis similares. Que la economía global es resiliente. Que los mercados se adaptan. Tienen razón, hasta cierto punto. Pero hay un límite para la adaptabilidad cuando las reglas fundamentales del juego están en constante mutación.
Los $103 mil millones en inversiones anunciadas para México que no se materializan. La inversión fija bruta que cae 6.2% mientras el nearshoring promete bonanza. Los 1.58 billones de pesos en renuncias recaudatorias mientras la deuda aumenta y el costo financiero crece 10.8% real. La brecha de 2.7 puntos porcentuales entre proyecciones de crecimiento para la misma economía en el mismo año.
Estos no son solo números en hojas de cálculo. Son inversiones canceladas que significan empleos no creados. Son empresas que postergan expansiones que habrían beneficiado a comunidades enteras. Son familias cuyo futuro se vuelve más incierto con cada comunicado político contradictorio.
No estamos ante una tormenta que debamos capear. Estamos construyendo activamente la tormenta, ladrillo a ladrillo, arancel a arancel, decisión miope tras decisión miope. Y los datos —fríos, precisos, irrefutables— nos muestran exactamente cuánto nos está costando cada ladrillo que colocamos.
La pregunta no es si podemos detenerla. Los números demuestran que técnicamente podemos. La pregunta es si tendremos la lucidez política para hacerlo antes de que el costo acumulado sea irreversible.
La historia económica no juzga a las naciones por sus intenciones ni por sus comunicados de prensa, sino por sus resultados medibles. Y los resultados que estamos gestando —contraídos en inversión, cristalizados en déficits, cuantificados en oportunidades perdidas— no serán perdonados por las generaciones que heredarán este desorden numérico.













