México a un escalón del precipicio crediticio
Moody's advierte: sin consolidación fiscal ni reducción del apoyo a Pemex, la calificación soberana podría caer en 2026

"México no se explica, se cree", citó Carlos Díaz de la Garza a Carlos Fuentes antes de desplegar ante empresarios regiomontanos el diagnóstico más crudo que Moody's tiene sobre el país. El director general de Moody's Local México y líder comercial para Latinoamérica norte no vino a dar buenas noticias.
La pregunta que estructuró su presentación fue directa: ¿México está en boom o en pausa? Después de una hora de datos, la respuesta quedó implícita. El país mantiene calificación Baa2 con perspectiva negativa, a un solo escalón de perder el grado de inversión. Si eso ocurre, el costo de endeudamiento para gobierno y empresas pasaría de reflejar una probabilidad de incumplimiento del 1% a cerca del 5%.
"Hoy vamos a abordar dónde estamos, hacia dónde vamos y cuáles son las perspectivas de México", adelantó Díaz de la Garza. Lo que siguió fue un ejercicio de claridad incómoda.
El andamiaje de la calificación
Moody's evalúa países mediante cuatro pilares. México obtiene calificación A en fortaleza económica: economía diversificada, exportaciones robustas donde el 80% va a Estados Unidos, y el T-MEC como ancla comercial. Es el único pilar que nos sostiene en territorio sólido.
Los otros tres cuentan una historia distinta. Las instituciones y gobernanza califican ba1, por debajo del grado de inversión. La reforma judicial, la eliminación de organismos autónomos y una sobrerrepresentación legislativa del 73% con apenas 54% de los votos han erosionado lo que Díaz de la Garza llamó "los famosísimos checks and balances que tienen todas las democracias".
La fortaleza fiscal también está en ba1. El déficit cerró en 6% durante 2024. La meta oficial de bajarlo a 3% para 2026 Moody's la considera irrealizable, proyectando 3.8% en el mejor escenario. Los intereses de la deuda ya consumen 16.8% de los ingresos totales. Y Pemex sigue siendo lo que el analista describió como "una empresa que hoy tiene muchos retos, que está quebrada y que tiene problemas que viene cargando de muchísimos años".
La paradoja que nadie explica
Los datos de Moody's revelan algo que no debería ocurrir. El consumo privado se desploma hacia territorio negativo mientras el ingreso real de los mexicanos supera al de Chile y Brasil, y las remesas alcanzaron 64 mil millones de dólares en 2024, un récord histórico.
Si la gente gana más y recibe más dinero del exterior que nunca, ¿por qué dejó de consumir? La respuesta tiene nombre: incertidumbre. Y las fuentes de esa incertidumbre son múltiples: revisión del T-MEC en 2026, tensiones con la administración Trump, reformas institucionales que ahuyentan inversionistas, y un Plan México que Díaz de la Garza describió sin rodeos como "un wish list" más que una política pública con incentivos reales.
Para complicar el panorama, las remesas van a caer. La proyección de Moody's es que bajen a 61 o 62 mil millones de dólares por las políticas migratorias estadounidenses. Un motor importante del consumo popular se está apagando.
El nearshoring que no termina de llegar
Aquí conviene detenerse en un dato que desmonta narrativas oficiales. La inversión extranjera directa "récord" de más de 40 mil millones de dólares que el secretario Marcelo Ebrard presumió esta semana tiene truco: "La gran mayoría tiene que ver con la reinversión de los dividendos de compañías que ya están establecidas en este país", explicó Díaz de la Garza. "No estamos hablando de inversión nueva."
La inversión fija no ha crecido significativamente en una década. México compite por capital con países asiáticos y está perdiendo.
Las reformas institucionales generan dudas, no hay certidumbre fiscal de largo plazo, y el gobierno tardó más de un año en lanzar el marco para asociaciones público-privadas.
Mientras empresarios de otros países evalúan dónde relocalizar sus cadenas de suministro, México ofrece incertidumbre institucional y un Plan México que, según el análisis de Moody's, carece de políticas públicas que incentiven la inversión y den certidumbre. El nearshoring es oportunidad real, pero capturarla requiere más que geografía favorable.
El caso Nuevo León: excepción que confirma la regla
Un dato pasó casi inadvertido en la presentación pero resulta revelador para el empresariado regiomontano. Desde que López Obrador tomó la presidencia, únicamente tres estados se han endeudado: Nuevo León, Jalisco y Ciudad de México. Todos los demás han reducido sus niveles de deuda.
"No es de sorprendernos que la infraestructura en México esté, en términos generales, deplorable", señaló Díaz de la Garza. Los estados y municipios tienen 260 mil millones de pesos de capacidad de endeudamiento sin ejercer bajo la Ley de Responsabilidad Fiscal de 2006.
¿Por qué no lo usan? Dos razones: falta de proyectos de infraestructura con planteamientos rentables, y lo que el analista calificó como "la incapacidad y el acompañamiento que ha existido por parte de la Banca Federal" para desarrollar esos proyectos.
Nuevo León aparece entonces como anomalía. El estado sí invierte, sí se endeuda, sí ejecuta proyectos. Eso puede leerse como dinamismo o como concentración del riesgo, dependiendo de cómo evolucione el entorno nacional. Lo que es claro es que el modelo regiomontano de desarrollo no se está replicando en el resto del país.
El dilema sin salida política
La consolidación fiscal que Moody's exige enfrenta obstáculos que parecen insalvables. Aumentar ingresos implicaría gravar a los informales. "Mucha de esta gente también es la base del voto del partido Morena", observó Díaz de la Garza. "Entonces tenemos un tema importante porque el hecho de ampliar la base implicaría grabar a los informales, lo cual no ha sucedido y no han querido que suceda por diseño."
Reducir gastos significaría tocar programas sociales intocables o cancelar proyectos insignia que ya operan a números rojos: el aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya, las refinerías. Y cada transferencia a Pemex debilita la posición fiscal del gobierno federal.
Para que la perspectiva mejore de negativa a estable, Moody's necesita ver consolidación fiscal real y que Pemex reduzca su dependencia del erario. Para que la calificación baje, basta con que el crecimiento quede por debajo del 2% que la calificadora considera tolerable.
La proyección actual de crecimiento es 0.3%.
Lo que pueden hacer los empresarios
El escenario que Moody's describe no es catastrófico pero sí demanda ajustes estratégicos. Para empresas con exposición a deuda en dólares, el riesgo de degradación crediticia soberana implica potencial encarecimiento del financiamiento. Diversificar fuentes de capital y alargar plazos mientras las condiciones lo permitan parece prudente.
Para quienes dependen del mercado estadounidense, la revisión del T-MEC en 2026 es el evento a monitorear. Los contenidos de origen van a cambiar, probablemente exigiendo mayor porcentaje de componentes norteamericanos. Auditar cadenas de suministro y reducir dependencia de insumos asiáticos no es paranoia: es gestión de riesgo.
Para empresas enfocadas en consumo interno, la caída de remesas y la desaceleración del gasto privado anticipan un 2026 más apretado. Los sectores que dependen del ingreso disponible de hogares de menores recursos serán los primeros en sentirlo. Y para quienes evalúan inversiones de largo plazo en infraestructura o expansión de capacidad, el mensaje de Moody's es esperar. No porque México vaya a colapsar, sino porque la certidumbre institucional y fiscal que justifica compromisos de capital de largo plazo simplemente no está presente.
El gigante que sigue dormido
Díaz de la Garza abrió su presentación con tres citas. La de Chabela Vargas resulta la más pertinente para cerrar: "Ahorita está dormido el gigante. Lo veo, el gigante de América, está durmiendo la siesta."
México tiene una economía diversificada, posición geográfica privilegiada, tratado comercial con la mayor economía del mundo, y reservas internacionales en máximos históricos. Los fundamentos para despertar están ahí. Lo que falta es un gobierno que ofrezca la certidumbre institucional y fiscal que los inversionistas, nacionales y extranjeros, necesitan para apostar por el país.
Mientras eso no ocurra, la pregunta de Moody's seguirá sin respuesta satisfactoria. ¿Boom o pausa? Por ahora, pausa. Y el reloj corre.













